La historia empieza...

La Antigua República era una República de leyenda, mayor que la distancia o el tiempo. Antaño, bajo la sabia dirección del Senado y la protección de los Caballeros Jedi, la República prosperó y creció. Pero como suele ocurrir cuando la riqueza y el poder superan y alcanzan lo temible, aparece gente malvada cuya codicia no tiene límites. Y así sucedió cuando la República estaba en la máxima esplendor. Como los más grandes de entre los árboles, capaces de resistir cualquier ataque externo, la República se fue pudriendo por dentro, aunque el peligro no era visible desde el exterior. El ambicioso Senador Palpatine, ayudado e incitado por individuos inquietos y sedientos por el poder del gobierno y de los impresionantes órganos del comercio, se hizo elegir Presidente de la República. Prometió reunir la gente descontenta y restaurar la añorada gloria de la República. Y una vez seguro en el cargo se proclamó Emperador, aislándose del pueblo. Los gritos de este clamando justicia no llegaron a sus oídos. Los gobernadores burócratas imperiales, habiendo exterminado mediante la tradición y el engaño a los Caballeros Jedi, guardianes de la justicia en la galaxia, se prepararon para instaurar un reino de terror entre los desanimados mundos de la galaxia. Muchos utilizaron las fuerzas del Imperio y el nombre del cada vez más aislado Emperador en beneficio de sus propias ambiciones políticas. Pero un reducido número de sistemas se rebelaron contra estos nuevos ultrajes. Declarándose opuestos al Nuevo Orden, iniciaron la gran batalla para restaurar la Antigua República. Desde el primer momento fueron ampliamente superados en número por los sistemas mantenidos en esclavitud por el Emperador. En estos oscuros primeros días parecía cierto que la llama brillante de la resistencia sería extinguida antes de poder emitir la luz de una nueva verdad en una galaxia de pueblos oprimidos y derrotados...

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